viernes, 12 de octubre de 2012

Las cuatro estaciones - 2ª parte - Recordando, añorando... - Mi familia.



LAS CUATRO ESTACIONES


2ª parte





II



Nostalgia de la niñez


“Por los caminos de la noche,
llega siempre  la nostalgia,
impregnando su aroma de tristeza,
volando sobre una nube triste y  negra”

 “Dicen que recordar es vivir…”


Hoy es un día como cualquier otro, la única diferencia es que necesito coger la pluma y escribir, sí, mi pluma estilográfica de toda la vida, con la que voy escribiendo mis notas e ideas en un borrador y que luego voy pasando y ordenando en mi equipo informático, voy tomando notas y hoy con mayor motivo porque he tenido un sueño. Soñaba que era pequeño, y que me sentía muy feliz, porque el lugar donde me encontraba, era mi hogar, mi casa, y en ella estaban mis padres,- muy jóvenes- y mis hermanos.

Era un día de verano, en el comedor veía a mi padre, sentado en una silla, a mí, me tenía entre sus brazos, contándome una historia. El ambiente que se respiraba era muy agradable. En la cocina estaba mi madre preparando la merienda, la malta para los mayores y la leche con galletas para mí. En el momento que mi abuela aparecía en el sueño, me desperté. Este sueño, me ha hecho pensar, me ha movido por dentro de mi ser, emociones, sentimientos; siento mucha nostalgia de aquella época, donde estábamos todos, ahora ya no es lo mismo, del sueño faltan mi abuela y mis padres, nosotros  hemos crecidos y cada uno  tenemos nuestra propia familia, y nuestras preocupaciones.


III

Recordando, añorando...


“La magia siempre debe existir en los corazones,
guardarla como un preciado tesoro”


Me siento en la terraza, frente al mar, la vista es preciosa, las olas rompen con fuerza, el ruido es muy fuerte, pero me relaja, la temperatura es todavía bastante baja, el sol ayuda a que el momento sea muy agradable, disfruto viendo ese mar azul que parece que besa al cielo. El mar vive por siempre, provoca vida y lava rencores.

La terraza de mi casa es una atalaya hermosa en un marco envidiable desde la cual lanzo mis pensamientos, mis recuerdos, mi nostalgia al aire como si fueran proclamas de libertad. Y la verdad es que me apetece recordar y plasmar en una hoja de papel mis sentimientos. Yo ya sé que no soy un gran virtuoso, pero aun así al escribir mis pensamientos se me enciende hasta la vena más poética y disfruto. Incluso pienso en lo afortunado que soy.

Cierro los ojos y los acordes de Mahler me llevan a esa escuela donde los niños, en mangas de camisa, jugábamos al fútbol en el patio, a ese camino que los niños habíamos hecho para atajar y subir al campamento, al camino de la escuela…

Tras estar estos dos últimos años trabajando en el relato de mi infancia en el Salto de Millares, las dos primeras partes de “Las cuatro estaciones”, no puedo dejar de pensar en la niñez, siempre tengo la sensación de haber dejado muchas cosas en el tintero, parece la historia interminable, creía que me había quedado exhausto, vacío, pero no, necesito contar y seguir profundizando sobre la infancia, sobre mi niñez.

Seguramente muchas cosas no son exactas, pero así es como yo las recuerdo, y eso es lo que importa. Podemos inventar la historia a nuestro gusto, porque la memoria permite recordar; pero principalmente olvidar. Ocultamos algunos detalles para ponernos a resguardo de lo que podría doler.

Hay tantos recuerdos agradables de aquellos días, supongo que las preocupaciones las tendrían nuestros padres, para sacarnos adelante en aquellos días difíciles; nosotros éramos tan pequeños que no teníamos conciencia de los avatares del día a día. El paso del tiempo, abre los ojos y nos hace recordar y sobre todo reconocer, los grandes sacrificios que hacían nuestros padres para sacar a delante a su familia; eran tiempos malos, donde la economía familiar no era muy boyante. Pero, tanto mis hermanos como yo siempre disfrutamos de nuestra niñez.

Lo que nunca olvidamos es a la gente que estuvo con nosotros. Esas personas con nombre propio, que se agigantan con el tiempo y en el relato. Las mismas que, después de tanto tiempo, ya no nos siguen mirando, saludando, cuidando ni sorprendiendo, pero si enamorando. Las que ya no sostienen con fuerza el algodón, cuando volvemos a sangrar.

A pesar del  el tiempo pasado, y añorando algunas ausencias irreemplazables   de mis seres queridos, recuerdo con mucha intensidad como era mi familia, como fue mi infancia. ¡Mi familia, que palabra tan bonita!

Todo se supera, pero lo básico es que se sepa que es inevitable. Es casi mejor aceptarlo, sufrir si es necesario y con mesura, sobre todo las ausencias, guardar un sincero y amoroso recuerdo de los tiempos buenos y seguir construyendo su propio presente.

Enseguida vienen nuevas ilusiones y aquí sí, necesitaremos fuerza nueva, energía renovada, para enfrentarnos a los nuevos tiempos. Cada día que pasa construimos un poco de nuestra vida. Es un gran edificio que vamos dando forma constantemente.

Cuantas cosas, se comprenden cuando uno es ya adulto. Ahora comprendo muchas cosas. Comprendo, porque nos guardaban tanto, porque eran tan estrictos, en la educación, en el cumplimiento de los horarios de recogidas, en general de las normas establecidas. En cuanto a los valores de respeto, responsabilidad, y otros tantos, me siento muy agradecido de haber vivido en una sociedad, compartir con unos amigos y vecinos una forma de vida que nos ha permitido afrontar el mundo, los problemas de debes afrontar en la vida, y disponer de unos valores que han sido la base de nuestra vida.

En la educación de conductas y de urbanidad hubo siempre un claro objetivo que tenía presente el respeto a cualquier persona de edad, por el mero hecho de serlo y con mayor razón si eran para el niño los padres de sus padres a quienes debía respetar y demostrar un cariño como a sus propios padres.

En los libros de lecturas abundaban los dibujos de abuelos y nietos en la mejor armonía y eso se reflejaba en las poesías, los cuentos y todo tipo de género literario apropiado para las edades de la infancia.

Ahora, cada día que pasa, me acuerdo mucho de cuando era pequeño, y la infancia tan feliz que mis padres me regalaron. Fue una época de mi vida tan importante. Recuerdo tantas cosas de aquellos días, son un tesoro, que los tengo guardados en el cofre de los recuerdos más entrañables de mi infancia.

Ahora que ya no puedo sentarme en las rodillas de nadie, ahora que ya no necesito que me expliquen otra vez de dónde vienen los niños, ahora que no me despierto con la misma ilusión el día de reyes, ahora que ya no me asusta mirar debajo de la cama cuando el sol se pone. Ahora la nostalgia me ha invadido, ahora mi alma se ha teñido de melancolía por un tiempo que se fue para siempre.

La madurez sin remedio, viene a galope y se introduce en el cuerpo de golpe, sin preguntar;  sin compasión ha desterrado la inocencia de la niñez, después llega la inseguridad y ahora toca la sensatez, y me pregunto-¿por qué dejaremos de ser niños? Ahora cuando observo a mis nietos, siempre pienso: ¿qué les deparará la vida?, que sufrimientos embargarán sus almas, ahora tan inocentes. Es un sentimiento de tristeza y miedo, porque ahora sí sé,  que es la realidad de la vida: ambiciones, envidias, malas artes… Una sociedad donde prevalece el tener, donde se ha olvidado valores tan importante como el respeto.



IV

Mi familia





Nací en primavera, en primavera las plantas y árboles florecen, pintando con una paleta multicolor los paisajes primaverales, y el sol, con sus alegres y juveniles rayos, nos saluda arrullándonos desde su posición de altura, en primavera cuando los poetas más hablan del amor. Nací en primavera, en Abril, el mes que por primera vez abrí los ojos a la vida, mis primeros recuerdos, entre neblinas distorsionadas, entre nubes azules y olores a romero.

"Mis padres"

Éramos seis hermanos: cuatro niñas y dos niños. Mi padre, valenciano, conoció a mi madre, en San Sebastián, mientras realizaba el servicio militar. Al ser de la “quinta del biberón”, fue a la guerra con dieciséis años, al vivir en Valencia luchó con la República, y por tanto le castigaron a realizar la “mili”, en la capital vasca. Se casaron y fueron a vivir a Alcira, donde mi abuelo era el jefe de la central eléctrica donde estuvo trabajando con el, hasta su traslado al Salto de Millares.


  
"Una Falla realizada por mi padre, el solo, era un artista"


Mi padre, era un hombre alto, rubio con ojos azules, bastante bien parecido, extraordinariamente inteligente, autodidacta, pintaba al óleo muy bien, dibujada, hacía cualquier arreglo de fontanería, carpintería, su trabajo como electricista, montaba equipos de música, radio….su cabeza siempre estaba tramando algo. Tenía un genio, más bien, un pronto terrible, luego se le pasaba, pero en ese momento más te valía no andar cerca. Gran fumador, sin exagerar, se podía fumar de dos a tres cajetillas diarias de Ideales o Celtas cortos. Muy alegre, simpático y muy chistoso, pero se le notaba en exceso que había sido el mimado de su madre, por lo caprichoso que era. Mi padre desarrolló su amor por la pintura, el arte en general, como yo he desarrollado mi sensibilidad por la lectura, escritura o el cine. Ninguno de los hermanos heredamos de mi padre, la habilidad para la pintura, no siempre se hereda lo que quisiéramos. Cada uno desarrolla su particular genialidad... no hay por qué ser iguales, de todas formas la sensibilidad sí se hereda.

Mi madre, era una mujer muy guapa, alta y bastante fuerte, constitución norteña, en mis recuerdos, ya la veo rellenita. De familia bastante acomodada, era muy dulce, no tenía mal genio, pero cuando se enfadaba, sabía ponerse “borde” y se le notaba mucho. Recuerdo muy bien, un partido de futbol que se celebró entre los empleados de la central eléctrica y los hombres del pueblo de Millares, mi padre hizo un banderín para regalar, lo pintó al óleo y quedó precioso, todos estábamos convencidos que la entrega la realizaría mi hermana Mari Carmen, entonces debía tener cinco o seis años, rubia con ojos azules, era una auténtica muñeca, no sé porque se lo dieron a entregar a otra niña, mi madre saltó al campo cogió el banderín y lo destrozó delante de todo el mundo y se quedó más ancha que larga, ante la sorpresa de todos. Muy religiosa, cantaba muy bien, para aquellos tiempos bastante culta, le gustaba mucho leer. Las labores de la casa y la cocina, se le hacían cuesta arriba, se notaba que en su casa habían tenido criada, este posiblemente fuera el motivo de la muy mala relación con mi abuela paterna.

Que bella era mi madre, para mí era la mujer más guapa que había visto, yo la comparaba con las artistas de la gran pantalla, esas películas que veía aptas para los niños, y ahí es donde veía a las actrices y me quedaba embobado al verlas tan guapas, y con esos trajes tan bonitos. A hurtadillas miraba a mi madre cuando se peinaba su media melena y se pintaba los ojos y los labios y quedaba perfecta, ¡qué guapa!, cualquier cosa que se ponía lo lucía, y a mí se me representaba como la madre más guapa del mundo.

Recuerdo intensamente, la belleza de mi madre. La delicadeza que tenía con las flores, como las cuidaba y mimaba, incluso les hablaba. Ella con tan poca cosa, ¡era feliz!, eso lo puedo asegurar, porque una mujer cuando no es feliz, no canta, -como cantaba ella-, esas canciones vascas o religiosas en misa: cantaba como “los Ángeles”, así lo recuerdo yo.


"Mi madre"

Hoy quiero retornar a la niñez, que mi madre me riña por no comer casi nada, por correr y sudar, por mancharme, por mil pequeñas cosas, y que cuando llegue la noche, me cante aquellas canciones que nunca sonarán igual y, así, dormirme sin miedo a la oscuridad.

La guerra que le di con las comidas, porque, cuando era pequeño no había manera de hacerme comer. La Quina Santa Catalina o el jarabe de hígado de bacalao siempre estaban encima de la mesa, era la forma que entonces se utilizaba para abrir el apetito.

Mis hermanos, siempre han dicho que yo estaba muy enmadrado, que era su niño mimado, y es verdad, la adoraba.  Y me duele pensar que nunca le agradecí por todo el cariño que me dio, por los cuidados cuando estaba enfermo, por ayudarme a rectificar errores, por dejar sus sueños y hacer de nosotros su sueño. Por cada beso, caricia,… porqué sus brazos siempre estaban abiertos cuando necesitaba un abrazo, porqué su corazón siempre sabía comprender, por ser mi ángel de la guarda y por hacer de mí una persona mejor.

Gracias, por cada llaga en tu corazón.

Mi hermana mayor Mª Jesús, Mª Carmen y yo, nacimos en San Sebastián, mi hermano Vicente (dos años mayor que yo) y Ana Mari (la segunda de todos), en Alcira, la pequeña Tere, la única que nació en casa y en el Salto de Millares.

Ana Mari, desde muy pequeñita se quedó a vivir con los abuelos maternos en San Sebastián y solo la pude ver una decena de veces en todos estos años, Mª Jesús, la mayor vivió con nosotros hasta los catorce años y fue a Valencia a estudiar, estuvo con los abuelos paternos y a partir de entonces apenas nos vimos. Lo que hoy me parece una situación terrible, en aquellos tiempos y con mis años, no le das mayor importancia y te acostumbras, sabes que tienes dos hermanas lejos, pero no eres consciente de la situación.

Después de tantos años, puedo entender que era época de escasez y que mis padres las dejaran con los abuelos, pero que más tarde no intentaran unir de nuevo a todos los hermanos, no lo puedo comprender. Cuando hace poco, falleció María Jesús, nos dimos cuenta de un hecho terrible, ella y Ana María, no llegaron a conocerse. Las dos tuvieron  más cosas que nosotros, pero les falto el amor, el calor, la compañía, y por qué no, las broncas y riñas de los padres, las peleas y abrazos de los hermanos.


                                             "Mi hermana Tere, con la radio construida por mi padre"



El entorno familiar donde hemos crecido determina en gran medida nuestro carácter, es muy importante para el desarrollo emocional del niño crecer en un ambiente protector y de cariño para que éste se sienta seguro y confiado y pueda desarrollar su crecimiento y aprendizaje, sin traumas.



Final de la 2ª parte


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