domingo, 14 de diciembre de 2014

Las cuatro estaciones - 16ª parte - La muerte.




LAS CUATRO ESTACIONES

16ª parte



VERANO (3ª parte)



XXIV


La muerte

Hace mucho tiempo que aprendí, que la muerte forma parte de la vida, que es una faceta indisociable de la condición humana. Pero cuando se produce la muerte de un ser querido, sobre todo de forma accidental o súbita, la mayoría de adultos aparte de intentar digerir una situación que para ellos no es poco, se encuentran confusos e incómodos a la hora de comunicárselo a los niños. Incluso dudosos sobre el “Cómo reaccionar”, “Qué decir”, y “Qué hacer”. ¿Cómo responder a cuestiones siempre sensibles y delicadas cuando ellos mismos están muy afectados?, ¿Cómo explicar un tormento que rompe los esquemas a cualquiera?. Es una situación tan difícil que algunos adultos (padres y familiares) intentan incluso evitar el tema, hecho que puede contribuir a generar dudas, temores y confusiones en los niños. Otros recurren a la ayuda profesional ante el sentimiento de incapacidad o temor de abordar el tema. En cualquier caso, para reforzar los vínculos afectivos y ayudar al niño a elaborar su pérdida, sería aconsejable que la persona que lo haga sea alguien querido, de confianza y que posea suficiente información del niño.
Comprender el sentido de la muerte es un proceso largo que transcurre lentamente etapa a etapa. La percepción de la muerte en los niños es modelada por el desarrollo afectivo y de la personalidad del niño y su experiencia vivida. Los diferentes niveles de la percepción de la muerte corresponden normalmente a las distintas etapas evolutivas.
A partir de los 6 años, comienzan a considerar la muerte como un hecho universal, que se muere todo el mundo pero en un determinado orden: Las personas mayores, los abuelos, a continuación los padres cuando serán viejos.
Entre la edad de 6 y 9 años los niños experimentan la pérdida de un ser querido de diferente manera que los adultos. Pueden pasar de la pena a su rutina habitual. Los niños de esta edad también expresan mucho menos sus sentimientos que los adultos. Pueden manifestar temores concretos, (posibilidad de sufrir una pérdida, responsabilidad en lo sucedido por haber pensado o deseado algo en algún momento y de las consecuencias futuras de la ausencia de un familiar cercano).
En la cultura occidental tendemos a tomar la muerte como una tragedia, una pérdida irreparable y penosa. Otras culturas tienen una visión más amplia, tomándola como un cambio necesario. Más que temerle, se la respeta. Por ello, antes de hablar con los niños sobre la muerte debemos poner en claro qué es lo que nosotros mismos pensamos y sentimos sobre ella. Si le tememos, transmitiremos temor, pero si la respetamos y aceptamos, podremos transmitir cosas positivas y a su vez aceptación.
Acostumbramos tratar de proteger al niño de cualquier sufrimiento que consideramos innecesario, pensando que al decirle la verdad no van a entender o se va a confundir. Se le oculta la muerte del ser querido para evitar que sufra. En realidad, privarlo así de una noción clara de lo que está sucediendo lo puede confundir más, permitiéndole incluso que él genere sus propias explicaciones, hasta llegar a culparse por la falta de la persona.
La primera vez que oí hablar de la muerte, fue en 1959, falleció mi abuelo materno Emilio en San Sebastián, llamaron por teléfono una noche a mi madre al único aparato del poblado y se lo comunicaron. Salir del Salto de Millares para ir hasta San Sebastián fue una auténtica odisea. Mi padre llamó a Jover, dueño del taxi existente en el pueblo de Millares, vino a recogernos, viajamos toda la noche hasta Valencia, donde nosotros nos quedamos con nuestros abuelos paternos mientras mis padres continuaban hasta la ciudad donostiarra.
Creo que los adultos no tenemos ni idea de cómo afrontan los niños la muerte, para mí, fue algo irreal, sabes que no volverás a ver al abuelo, pero no sentí la angustia ni la pena que pudo sentir, por ejemplo mi madre, no entendía el concepto de la muerte, del fin, del final, de que todo se acabó, es algo inimaginable.
Recuerdo muy vagamente la muerte del tío Emiliano, era un señor ya mayor, suegro de un compañero de mi padre, vivía arriba del economato y siempre que pienso en el, lo recuerdo con una gorra tomando el sol.





Como era el primer fallecimiento que se producía en el Salto de Millares en toda su historia, fue un gran acontecimiento, no hubo colegio y se suspendió la jornada laboral.
La muerte del tío Emiliano, la recuerdo con humor más que con pena, con aquella edad no eres consciente de lo que significa la muerte, pero los recuerdos son auténticamente jocosos.

Fuimos en procesión todo el poblado hasta la casa donde estaba el fallecido, era la vivienda arriba del economato. Andresico y yo, mi hermano y los mas mayores debían estar en el colegio interno en aquellos momentos, por lo que Andresico y a mi, nos tocó hacer de monaguillos, cada uno con una cruz acompañábamos al párroco Don Antonio a la cabecera del entierro. Como el camino era de tierra y piedras, excepto el trozo del cemento, el féretro a hombros de los hombres mayores, se movía y la tapa parecía que se iba a abrir. Andresico me miraba aterrorizado, los ojos parecía que se le iban a salir de las órbitas y me susurraba…
¡Que se abre, que se abre, que se sale el tío Emiliano!....
Yo miraba de reojo al ataúd por si acaso, tantas veces lo repitió, que hubo un momento que estuve a punto de tirar la cruz y salir corriendo.


Pero esto no fue lo mejor, ya en la capilla, una vez finalizado el funeral y cuando todos se levantaban para salir, la señora Rosa, a la que mi padre llamaba “bocanegra”, comenzó a rezar el rosario, por lo que todos tuvieron que volver a sentarse o ponerse de rodillas, a todo esto Andresico y yo de pie con la cruz en alto junto al féretro cada vez mas aterrorizados no nos podíamos mover del sitio, por lo menos mientras durase el rosario.
La señora Rosa, comenzó:
¡Misterios dolorosos!
Siguiendo con el Padrenuestro, tres Avemarías y él Gloria antes comenzar el primer misterio, los diez Avemarías……así hasta los cinco misterios y la jaculatoria. Todos se levantaron para salir y de nuevo la señora Rosa:
¡Misterios gozosos!
Todos de nuevo al sitio y.….
Padre nuestro que estas en el cielo…..
Esto se fue repitiendo con los otros dos misterios, los Gloriosos y los Luminosos, por lo que un funeral que debía de haber durado como mucho una hora u hora y media, se nos fue a las tres horas y pico, ante el desespero general. La buena señora debió pensar que para una vez que había un entierro en el Salto de Millares, había que aprovecharlo bien, ¡y tanto que lo aprovechó!, ¡parecía que no terminaba nunca!, afortunadamente no hubo más fallecimientos mientras viví en el Salto de Millares.




También recuerdo un hecho que causó gran conmoción en el Salto de Millares y entre todos los niños, la caída del autobús de línea desde los túneles por el impresionante barranco hasta el fondo donde caía la cascada de agua o chorrero, nombre con que le denominábamos coloquialmente. Era el 20 de Mayo de 1958 a las 6 de la mañana, el autobús partía desde el cemento dirección Valencia, a la salida del último túnel, la carretera gira hacia la izquierda, al ser  muy estrecha y el conductor era la primera vez que hacía esta ruta necesitó hacer  una maniobra, el cobrador bajó para ayudarle desde abajo o poner unas piedras en las ruedas para evitar su deslizamiento hacia atrás, esto le salvó la vida, pues el vehículo al hacer la maniobra marcha atrás no se pudo detener y se precipitó  hasta el fondo del barranco. Falleció el conductor y un matrimonio padres del Sr. Pardo que habían estado unos días de visita. Nunca se conoció la causa del accidente, avería mecánica o error del conductor.

Los cuerpos de los tres fallecidos fueron guardados en el garaje/almacén situado en la curva del bar, antes de llegar a la casa del médico hasta la llegada de los vehículos para su traslado. Esta curva se convirtió en maldita para los niños, cuando anochecía por allí no pasábamos ninguno si no éramos acompañados, atajábamos por un camino que partía desde la escalera de subida al bar y salía ya pasada la casa del médico, no pasábamos miedo y acortábamos el recorrido. Algunas veces bajábamos en grupo, cuando llegábamos a la altura de la puerta del garaje los mayores comenzaban a correr y los pequeños nos teníamos que espabilar para no quedar el último del grupo, ¡¡que miedo pasábamos!!.

Este hecho por sí solo ya fue bastante trágico, pero lo que más recuerdo fue las consecuencias que además causó y las casualidades trágicas de la vida. La noche anterior al accidente, el conductor que era la primera vez que venía al Salto de Millares, tuvo una fuerte discusión con la mujer (el nombre lo voy a omitir) de un compañero de mi padre, parece ser que no le habían traído un encargo que había hecho en el viaje anterior, la discusión fue a más y la señora le dijo al conductor "ojalá te mates mañana", durante un tiempo y principalmente por la noche, los gritos de la mujer se oían por toda la calle, tal era el pesar y los remordimientos de la pobre mujer que el marido tuvo que pedir el traslado y abandonar el Salto. Las casualidades y la mala uva de la vida.




La muerte pasó cerca, rozando a mí hermano Vicente, tenía nueve años, por tanto yo siete. Le comenzó a doler el costado, unido a un estreñimiento muy agudo, estuvo casi un mes en cama sin que el médico Don Antonio diera con la enfermedad, mi madre continuamente le preguntaba por la apéndice y el la descartaba. Se vivieron horas muy preocupantes y al final se tomó la decisión de trasladarlo a Valencia. Se instaló un pequeño colchón en el Jeep del servicio de la central y marcharon hacia Valencia con mis padres, mis hermanas pequeñas y yo quedamos al cuidado de Maria Jesús.
En el Hospital General Sanjurjo (hoy Peset Aleixandre), le diagnosticaron una peritonitis y dijeron que lo llevaran a morir a casa, pues no tenía solución. Gracias a las influencias de mi tío Esteban en el arzobispado de Valencia (con la historia de mi tío se podría escribir una novela), consintieron en ingresarlo y fue operado por el médico militar Dr. Julver. Antes de la operación mi tío le dio a mi hermano a beber agua de la Virgen de Lourdes, a pesar de la prohibición de tomar nada, y el milagro ocurrió, sin duda gracias a las manos de doctor y porqué no, mis padres siempre tuvieron el convencimiento que algo tuvo que ver la Virgen.
Estuvo mas de seis meses, ingresado, mi padre regresó una vez pasado el peligro, pero mi madre permaneció todo este tiempo en Valencia. La vuelta de mi hermano, significó un acontecimiento en el Salto de Millares, salieron todos los vecinos a recibirlo al autobús y recuerdo la envidia que me daba ver lo importante que mi hermano se había convertido, incluso deseaba que me pasara lo mismo, claro con siete años que idea va a tener un niño de la auténtica realidad vivida, tanto por mis padres como de mi hermano.
Muchos años mas tardes, padecí y comprendí el auténtico significado de la muerte, de la separación definitiva y sin remedio de una persona querida, mi padre, y más tarde…


Final de la 16ª parte

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