miércoles, 22 de abril de 2015

Las cuatro estaciones II - 1ª parte - En busca del pasado.





LAS CUATRO ESTACIONES II

1ª parte




En busca del pasado


"No te pongas triste ante una despedida.
Una despedida es necesaria para volver a reencontrarse.
Y un encuentro después de un momento o después de una
 vida es algo inevitable, si somos amigos de verdad."




1

Por fin, en Abril llega la tan deseada y esperada pre-jubilación, las preocupaciones y estrés típicos del trabajo han pasado a mejor vida, dispongo de más tiempo para mí, puedo escribir, leer, pasear, disfrutar del paisaje, de la familia, gestionar mi tiempo… pero también, para pensar en mi pasado.

Tras mi vista al Salto de Millares del pasado año, decaigo un poco cuando, pensando, caigo en la cuenta de que no soy aquel niño que no tenía nada por lo que preocuparse, que el poblado ya no existe, el paisaje ha cambiado, ya no hay huertas ni árboles frutales, el olor ya  no es el mismo, no quedan viviendas, solo el cemento y las ruinas donde antes hubo casas,  vida, una explanada donde antes estuvo la iglesia y la escuela, mis amigos han seguido cada uno su camino, ¿vivirán todos, donde…?

Después de salir del salto en 1964, no volví a tener contacto con mis compañeros, mis amigos de colegio y de juego con quienes compartía mi vida. 

Cuando llegué a vivir a la ciudad de Valencia, el primer día me asome a la ventana y sin pensarlo salí de mi recién estrenada casa; de  pasada vi a dos niños que se quedaron mirando mi puerta, observe que entre ellos cuchichearon algo, no podía distinguir lo que hablaban, pero me sentí incomodo, quizás avergonzado, me sentí fuera de aquel lugar, me sentí extraño en un lugar que no me reconocía como parte integrante.

Me encogí de hombros y como si no me importara, entre en mi dormitorio y me senté en la cama; pero no era verdad, me importaba mucho sentirme perdido en este nuevo mundo para mi, echaba tanto de menos a mis amigos.

Ahora iniciaba una nueva etapa, iría a la conquista de nuevas amistades, nuevos vecinos. Me daba miedo, me sentía indefenso ante aquellos bloques amarillos, donde solo vivían extraños para mí; era otro mundo, donde los espacios eran muy grandes, mi antigua casa era tan distinta y el entorno tan diferente. No importa, y recordé: “mi madre me ha dicho que haré otros amigos…” Así que  me tumbe en la cama, cerré fuerte los ojos y me dije: “Mañana será otro día…” El sueño irremediablemente me venció como cada noche.

Quizás se pueda cambiar de lugar irte a vivir a otra ciudad, conocer otras culturas, llegar a ser una persona importante, pero la niñez que llevamos dentro junto con ese corazón joven y lleno de hermosos recuerdos de amigos que ya no están cerca no te lo saca nadie porque fue el principio de nuestros pasos en la vida y el aprendizaje de la verdadera amistad.





2

Mayo 2014

Me siento ante mi ordenador a una hora tardía y con cierta desgana y apatía, para intentar cumplir con mi compromiso personal de escribir todos los días. Apuro las últimas horas del martes, de un martes cansado, con más ganas de tumbarme que de cualquier otra cosa.

Acabo de darme una agradable ducha, en la penumbra del crepúsculo vespertino. Luz tenue, ninguna prisa. Una ducha fresca me devuelve cierto grado de consciencia, me visto, pantalón corto, una camiseta y paso a escribir. Frente a mí, al otro lado de la estancia, la doble puerta-ventanal que da a la terraza. Suena la Obertura de Nabucco (Giuseppe Verdi), y entre movimiento y movimiento llega hasta mí a través del ventanal abierto el estruendo de la Mar batiendo contra la playa, más allá de la terraza. Hay Mar de fondo. Me acompaña una cerveza bien fresca.

Vuelan las horas, desaparecen los minutos, no percibo los segundos... En menos que un suspiro, sin percatarme de ello, corren ante mí los días, las semanas; de forma aplastante, con peores consecuencias que las del más terrible de los huracanes y me provoca un profundo abatimiento.




Últimamente he tenido sueños en los que aparecen mis amigos de infancia y del colegio. Una regresión al pasado. Sueño con estar en clase con todos mis compañeros, sentado en el pupitre de madera, mientras vislumbro los rostros de aquellos amigos del pasado que dejaron huella en mí.

Los sueños en que aparecen amigos del colegio o soñar con colegas de la infancia son frecuentes en personas nostálgicas que recordamos esos momentos con alegría y tal vez tristeza por no poder revivir todos aquellos mágicos momentos. Somos personas soñadoras y emotivas, y que guardamos grandes recuerdos de nuestra niñez. Soñar con amigos del colegio, significa que extrañas y añoras momentos concretos de tu infancia.

Algo tienen los amigos de la infancia que no tienen el resto de "los amigos” y cuando digo amigos de la infancia me refiero a esos amigos que todavía conservamos, aunque nunca nos llamemos, o rara vez no veamos, me refiero a esa clase de amigo que sabes que si te encontraras ahora mismo te alegrarías enormemente y sentirías como si lo llevases viendo todos los días.

Puede que sea porque esa gente te ha visto llorar por hacerte una herida en la rodilla al caerte de la bici (seguramente por su culpa), porque te ayudaba a esconder o mentir a tus padres cosas que no querías que supieran, porque eran esos amigos que te aguantaban tus tonterías, rarezas o porque te has enfadado y desenfadado con él tantas veces que te resulta difícil volverte a enfadar.





En estos momentos pienso que en mi niñez con mis amigos no había maldad en nuestros pensamientos y como todo cuando uno es chico nos peleábamos nos insultábamos y al rato estábamos pidiéndonos perdón y con un abrazo y diciendo porque nos peleamos?, y es que si algo indica cómo de bien hicimos en el pasado, es nuestro arrepentimiento, nuestra conciencia. Esa conciencia que, llegado un día, nos exige pagar nuestras deudas y nos hace desear volver al pasado.

Qué tiempos aquellos,  donde nuestros padres, estaban tranquilos cuando jugábamos en la calle. El único peligro, en algún caso, era que el niño viniera con una pedrada, de algún tira chinas descontrolado. Tiempos sencillos, de niños y niñas, sin grandes juguetes, pero con el mayor de los tesoros: la libertad de  jugar en la calle. Cuando caía la noche, nuestras madres, salían y con una voz, llamaban a sus retoños; había que descansar para el día siguiente. La voz, de nuestras madres era el reclamo, hoy día perdido por los teléfonos móviles. Después del juego, a lavarse, cena y a dormir, tampoco había televisión.

Tiempos de casas hermanadas, vecindad acogedora, olores a romero y a geranios, campanas al vuelo de nuestra capilla de la Virgen del Carmen. Tiempos sin grandes cosas materiales, pero con la mayor de las riquezas: amistad, sencillez, colaboración, hermandad, vecindad, unión y tantos y tantos valores, que hoy día brillan por su ausencia. ¡Benditos aquellos años, donde los niños y niñas soñábamos con tantas cosas que hoy ya se han perdido!




Mirando hacía atrás, puedo ver  aquella bajada desde la cantina hasta la entrada al poblado, el camino que nos subía hasta el campamento, las escaleras que nos llevaba desde el cemento a las viviendas mas elevadas, allí era donde contábamos todas las hazañas que habíamos realizado. Si, era allí, donde planificábamos los juegos. Recuerdo de mi niñez en aquellas tardes de primavera, los niños nos sentíamos complacidos con aquellas “pequeñas cosas”, que ahora en el recuerdo, me parecen las mejores. Todos estos recuerdos, es el patrimonio que tengo guardado en mi corazón.

Hoy echo de menos aquella tranquilidad, el poder jugar toda la tarde sin preocupaciones, ese poder divertirme en todo momento sin ninguna responsabilidad, aquellas tardes de fútbol, canicas, policías y ladrones... con mis amigos... en definitiva: la libertad que da la infancia y quitan los años.


Final de la 1ª parte

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