martes, 2 de junio de 2015

Las cuatro estaciones II - 3ª parte - El reencuentro.



LAS CUATRO ESTACIONES II


3ª parte




“El destino nos perseguirá siempre, aunque estemos lejos”





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13 de Septiembre de 2014

Pasan los meses y recibo la invitación a dicha reunión. Un poco indeciso, nervioso, pensando que a la mayoría hacía casi cincuenta años que no veo, decido realizar el viaje sobre todo porque el destino al que voy, siempre y por siempre, está en mi corazón.

Yo no soy poeta de ley ni se de versos muy cultos, solo conozco la emoción que al recorrerte me embargan los recuerdos de mi niñez y de mis primeros sueños. 


Soy consciente que deje a mis amigos con doce años y regreso con ellos con sesenta y dos, han pasado cincuenta años, evidentemente todos hemos cambiado, física y mentalmente. Tengo miedo que la ilusión por volver a verlos se convierta  en una nueva decepción tal y como sucedió cuando regrese al Salto de Millares y ver que no quedaba nada, que todo había desaparecido. Es como avanzar hacía una habitación desconociendo que hay en su interior. Voy avanzando hacia la puerta y al abrirla está todo oscuro, el interruptor de la luz está al fondo, debo de atravesar la oscuridad para saber que me espera dentro, ¿valdrá la pena entrar o significará una nueva decepción?. La puerta representa mi miedo e inseguridad.

Muchos tenemos una puerta sin abrir dentro de nuestra mente. Para algunos la puerta es el miedo a lo desconocido, para otros es una certeza de no ser capaz, una inseguridad que paraliza.


¿Qué ocurrirá si no abro esa puerta?  No quiero quedarme sin saber que hay tras ella. Quiero, necesito dar un paso más allá del miedo, espero  encontrar un rayo de sol al abrir la puerta.



7

Ya listo para asistir a la reunión con todo el grupo, volvemos a realizar el mismo recorrido del 31 de Mayo, elijo de nuevo el camino por Buñol.






Y llega el gran momento de vernos las caras. Poco a poco empezamos a llegar al lugar de encuentro, Bar la Alegría; a pesar de llegar un poco antes de la hora, ya se ve en la terraza un grupo de gente, me imagino que es parte del grupo, veo a Fidel con ellos, aturdido, saludo, abrazo, besé a todos aquellos que alguna vez compartimos niñez, adolescencia y juventud. Fina Gómez, Isabel Morales, Carlos Gómez Carpio, Pili Leren… faltan todavía muchos por llegar.

Pasado un rato, veo acercarse a la Señorita Maruja que viene con los hermanos Carrión, Enrique (igual que su padre, el Sr. Carrión), Mari Carmen y Andrés. No puedo negar la gran emoción de ver después de cincuenta años, a mi maestra, la señorita Maruja, está guapísima y se conserva estupendamente, me reconoce:

¡Cómo no voy a saber quién eres, José Mari, uno de mis alumnos preferidos! Me deja anonadado, ¡vaya memoria!

A los pocos minutos, uno de mi grandes amigos, José Enrique Costa “Cucala”, compañero de travesuras junto a Guillermo Jiménez y Fidel Lluch. José Enrique y Guillermo eran las manos ejecutoras, Fidel Pérez el ideólogo, el que pensaba las trastadas, Fidel Lluch el pupas y yo el que tenía la fama de bueno, ya conocemos el dicho “que unos crían la fama y otros cardan la lana”. ¡Vaya cuadrilla que formábamos! La gran decepción del día, la no presencia de Guillermo y Fidel Lluch, de verdad que siento mucho su ausencia. También lamento la ausencia de Emilio Jiménez (dos días después almorzaríamos junto a mi hermano, José Enrique y su hermano Joaquín), Chelo Jiménez, Santiago Vergara, José Joaquín Ródenas...

Van llegando, Carmen LLuch, parece que estoy viendo a su madre, Joaquín Barberán, Joaquín Costa, Octavio, Pili Leren… no esperaba sus presencias. Joaquín Barberán, era el mayor del grupo de niños, entonces ya debía tener, quince o dieciséis años, era muy querido en mi familia, continuamente estaba en mi casa, siempre pensamos en mi familia que le gustaba mi hermana María Jesús.

¡Dios mío! Cuantos sentimientos encontrados;  verlos y abrazarlos fue lo primero pero sobre todo sentí que en ese abrazo estaba el cariño, la ternura, el reconocimiento de lo que significa ser amigos. En medio de tanta conversación los acontecimientos se sucedían unos tras otros.

Después, visita a la iglesia para dar gracias por todo lo recibido en estos 50 años y hacer una pequeña ofrenda de flores a Nuestra Virgen del Carmen, patrona del Salto de Millares y cuya imagen se conserva en la iglesia del pueblo de Millares, entramos a la iglesia...y estaba ahí...como esperándonos, diciéndonos a cada uno, "muchachos, nos volvemos a encontrar". Cuantos sueños se forjaron en su presencia, cuantas anécdotas, tantas memorias.















A la salida, replique de las campanas de la capilla ahora instaladas en el campanario de la iglesia, que emoción, que recuerdos, cuantos domingos por la mañana mi hermano y yo acudíamos a la iglesia para tocar la campana avisando para la misa. José Enrique me recuerda los concursos que hacíamos tirando piedras a la campana, cierto, no era fácil acertar, pero lo conseguíamos, bueno alguna fue a parar cerca de las ventanas.





Como no puede ser de otra manera en nuestra tierra, para finalizar el acto en la iglesia, Andrés Carrión no obsequia con una pequeña mascletá. Ya aprieta el calor, bajamos a por los coches para desplazarnos al albergue municipal, lugar donde se va a celebrar la comida, pero antes hacemos una parada obligada en la fuente del L'inchidor.





Con sonrisas en el rostro y el alma, empezamos a llegar al albergue para comenzar la comida. Más de 30 personas nos  volvíamos a juntarnos luego de muchísimos años de no vernos. Mis emociones estaban a flor de piel.

Que importa el menú, lo importante es el magnífico ambiente, las largas conversaciones, el recuerdo de anécdotas olvidadas o deformadas por el tiempo y el olvido, enterarte de pequeños secretillos, de hacer un pequeño repaso a lo que ha sido nuestras vidas desde entonces.








Es muy difícil describir la alegría al vernos todos juntos otra vez. Saber que a todos les ha ido bien, que han logrado cumplir sus sueños profesionales y que aunque con altas y bajas, sus vidas personales también han ido por buen rumbo.

Volvimos el tiempo atrás y todos y cada uno de nosotros nos convertimos en aquellos adolescentes desesperados por comerse al mundo y cumplir muchísimas metas y sueños.


Entre todos repasamos y recordamos nuestra infancia, los amigos, vecinos, de las costumbres de la época, que no tienen nada que ver con los días actuales, ¿cómo en tan poco tiempo la sociedad ha cambiado tanto?,  no tiene nada que ver con aquellos años 60 que vivimos, cuando veo a la gente joven creo que he pertenecido a dos mundos completamente distintos, donde las costumbres, los valores, el respeto y demás cosas han cambiado tanto.





Volvemos a reconstruir anécdotas, algunas ya olvidadas, otras recordadas pero deformadas por el paso del tiempo; cuando mi hermano se cayó al vertedero, cuando Guillermo y José Enrique ataron a Fidel LLuch a un árbol y ya anocheciendo se dieron cuenta que se habían olvidado de liberarlo, las veces que tuvimos que acudir al médico con alguna herida en la cabeza, las sandías del Sr. Samuel que nos servían de merienda en los interminables partidos de fútbol…


¡Qué tiempos tan maravillosos aquellos!, cualquier acontecimiento, por simple que fuera, era motivo para montar una reunión vecinal, donde los intereses de todos estaban por encima de los intereses  individuales. Todos los que vivíamos en el poblado, en aquellos momentos formábamos una gran familia. Aquellas reuniones en la cantina para ver una película, las meriendas-cenas en Pascua que compartíamos todos en la cantina. Aquellos cantos de jilgueros, que envolvían con su música y su cantar las tardes de verano; o ese olor a hogar en la sobremesa del invierno,  las tertulias familiares. Sí, todas estas circunstancias tan entrañables y tan apegadas a nosotros, nos  alegraban las tardes con los quehaceres propios de la vida sencilla en que se consumían las horas en aquellos días.

También recordamos a los que no están, me cuentan que Pepe el Gordo falleció hace poco, mi compañero de habitación en el colegio interno, Úbeda también nos dejó, mi hermana Mª Jesús, la mayoría de los padres de los que aquí nos hemos encontrado… pero la vida sigue, no sé detiene.


Nacemos, crecemos y morimos, dicen que es ley de vida, pero qué difícil es hacerse a la idea de no volver a estar con las personas que se quiere. El bálsamo del consuelo es fundamental para poder afrontar estas cosas, pero es duro, muy duro y es inevitable.  



La jornada finaliza muy tarde y todos regresamos a nuestras casas con el deseo que pronto llegue el próximo año para volver a encontrarnos, porque vuestro cariño y recuerdo me hace sonreír.

Éste es un entrañable grupo de amigos. Viejos amigos, añejos. Con larga historia en la estela y relaciones fraguadas con el paso de los años. Espero y deseo que sea nuestro punto de encuentro, de todos aquellos que seguimos añorando nuestro pasado.


Final de la 3ª parte

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